miércoles, 2 de mayo de 2012

La gafe de los viajes: Granada-Aranda de Duero


Más de una vez he comentado que cuando se trata de viajar soy la primera en apuntarme, pero que el problema reside en que soy bastante gafe durante los trayectos (pruebas aquí). De modo que no sé de que me extrañé cuando todo lo que podía salir mal durante mi viaje a Granada sucedió.

La noche anterior al viaje, como buena previsora, dejé la maleta preparada y la ropa del día siguiente bien ordenada para no tener que preocuparme por nada por la mañana. Siendo las últimas horas que íbamos a estar juntos Sergio y yo, decidimos salir un par de horas con algunos amigos suyos a tomar unas cervezas, pero esas cervezas terminaron yéndosenos de las manos y acabámos en casa a las 3. No es una hora muy tardía si no se tiene en cuenta que mi autobús Granada-Madrid salía a las 8 de la mañana. Pero no os preocupeis, gracias a años de entrenamiento universitario de madrugones diarios a las 6 de la mañana para coger autobuses, me desperté a las 7 y a las 7:25 ya estaba rumbo a la estación. Lo que no pude evitar en cambio fue el tremendo tráfico que hubo y que me hizo llegar a las 8:05. Ahí perdí el primer bus.

Al llegar a la taquilla, me dijeron que me podían cambiar el bus. Yo tenía la esperanza de que me dieran plaza para el de las 9 de modo que no perdiera mi otro autobús Madrid-Aranda, pero claro ese iba completo, la primera hora que me podían dar era a las 13:00, y cambiarme también el segundo autobús al de las 20:30. Así que ahí perdía mi esperanza de lograr llegar al segundo bus y terminar en el pueblo a una hora temprana.

De modo que me volví a casa de Sergio a llorarle por mi mala suerte mientras él se reía de mi y al mismo tiempo me maldecía porque no le dejaba seguir durmiendo.

A las 13:00, muerta de sueño (porque no había querido dormir nada para poder dormirlo en el bus) cogí mi bus Granada-Madrid con una adorable monjita sentada al lado. A la media hora de salir oigo cómo el conductor se pone a hablar por la radio (yo iba justo detrás de él) con Jaén, para decirles que le manden otro autobús a la estación de servicio porque se le ha encendido una luz de avería y que él así hasta Madrid no va. Yo ahí no me preocupé, me preocupé a los 10 minutos cuando el conductor les volvió a llamar más alarmado diciendo que le estaban fallando cosas y que se dieran prisa. Miré a la monja, dado que éramos las únicas que podíamos haber oído ambas conversaciones, ella me miró a mi y con voz angelical y sonriendo me dijo: "Será lo que Dios quiera". Estaba claro, íbamos a morir.

Sorprendentemente llegamos bien a la parada y nos cambiaron de autobús y de conductor, uno que tenía pinta de no haber hecho trayectos fuera de su provincia en la vida (y así era, teniendo en cuenta que al entrar en Madrid todos nos pusimos a darle indicaciones para llegar a la estación). He de decir que durante el resto del viaje la adorable monjita no hacía más que ofrecerme refrescos y quería darme la mitad de su sandwich porque era muy amable y simpática con ella. Otra cosa no, pero a mi me cogen mucho cariño las personas mayores.

Finalmente llegamos a Madrid a las 18:00, tenía dos horas para matar el rato antes de mi bus Madrid-Aranda y 2 minutos para encontrar un enchufe antes de que mi móvil muriera. Y no sé si lo sabéis, pero encontrar un enchufe en esa estación es casi imposible y cuando encuentras uno en los baños tienes que pelearte con alguna sudamericana que lleva una hora enchufada mientras habla por teléfono.

Os resumiré las dos horas siguientes: Alba sentada en un banco mirando la pantalla de salidas porque a su ebook se le ha acabado la batería después del viaje de la mañana y aquello es lo más entretenido que hay en los alrededores.

Por fin subí al autobús y avisé a mi hermana y a mi cuñado para que vinieran a buscarme a Aranda a las 22:10 para llevarme al pueblo, y les rogué que estuvieran allí temprano para marcharnos en cuanto llegara y acabar así mi pesadilla de día. Lógicamente y siguiendo con los acontecimientos del día, cuando llegué no había nadie, ya que mi adorada madre les había dicho que cenaran tranquilos, que me aguantara y esperara en la estación hasta que ellos llegaran, "¡ah! No haber perdido el autobús por la mañana...". Y ahí esperé, arrinconada por la lluvia bajo un tejadillo, maldiciendo entre murmullos mi gafe en los viajes eternos.

8 comentarios:

  1. jajajajaj muy bueno Alba!!

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    1. ¡Gracias Anónimo! (aunque supongo que serás algún familiar o amigo, fijo, porque creo que son los únicos que me leen XD)

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  2. Jajajajajajajaja
    o qur me.he.reido.con lo de: "que sea lo que Dios quiera" de la monja. pensaba que no se iba a superar, pero luego entra en escena la ama, y ha sido el descojone.
    Siempre igual.
    jajajaajajakaja

    Menos con Urko, claro.

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    1. Ya sabes que la ama es de echar la bronca aunque hayas podido hacer nada... XD

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  3. kesare (esunamierdaquebloggernomedejeusarmicuenta)2 de mayo de 2012, 13:26:00 CEST

    Pero qué graciosa la monjita. Su "Que sea lo que Dios quiera" hubiera sido para mi el dato que me faltaba para salir del autobús a lo "Destino final" y comenzar mi huida de la muerte (déjame, estoy malita xD)
    Estas son anécdotas de los viajes, que cuando las estás sufriendo te cagas en todo lo cagable pero luego no puedes contarlas sin reírte :)

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    1. ¡"Destino final" total!

      Sí, si lo de que luego te mueres de la risa es verdad, yo contándoles a la noche a mi familia el viaje ya me reía, pero que te cuente Sergio que cara de muerta tenía yo cuando perdí el bus...XD

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  4. Que sea lo que dios quiera¿?¿?¿?¿ se suponia que intentaba tranquilizar¿?¿?¿?¿?

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    1. ¡Es monja, a ella le da igual todo! ¿No ves que ya tiene ganado el cielo? jajaja

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